Marxela Etchichury (mi compromiso)

Algo dentro mío, me hizo interesarme por el arte, la política, la religión y las relaciones humanas; las personas.
Algo dentro mío hizo que le prestara atención a los detalles de mi cuerpo. Me llamó la atención el cielo, el sol, la luna y los juegos en donde era otras personas, llenaron los días de mi niñez y adolescencia.
Algo dentro mío me hizo admirar desde chiquita a algunos personajes y siempre me sentí conectada con ellos.
El mundo en mi infancia se abría como un escenario al que yo llegaba para ocupar un sitio preciso y exacto.
En la niñez fueron algunos de los personajes de la religión católica en la que crecí. A esos se sumaron los escritores de fábulas, los próceres y la presunción que a algo tan inmenso y complicado como el mundo, no podían faltarle seres entregados a esa maquinaria que a mi no dejaba de sorprenderme.
En la adolescencia aparecieron por fin los pintores, los músicos. Algunos escritores, políticos y creadores de corrientes filosóficas.
Admiré a Van Gogh, coincidí con Marx y empecé a buscar. 
Estudié las vanguardias del SXX y supe que algo de todo eso tenía que ver conmigo.
Y eso me hizo buscar y esperar.
Milité, escribí, leí, busqué, estudié, participé, siempre esperando que la conexión con los hombres que hacían el mundo llegara para ocupar un lugar que deseaba y que me tocaba. Mientras, mi vida se volvía frívola y aburrida.
Todo lo contemporáneo me pareció poco. Yo miraba a Van Gogh, a Artaud, a Marx, había mirado a Jesucristo en mi infancia. Yo esperaba algo importante y todo lo que yo hacía me parecía poco. Algo que yo tenía dentro mío, aún no lo había sacado.
Y por fin escuché la primera frase que partió mi vida en dos: “en vez de humano soy hongo, hongo loco (del monólogo Contra-Sujeto del ciclo de monólogos de Cabezas Voladoras). Allí estaba mi enfermedad, así lo sentí en aquel momento: mi cabeza ocupaba el lugar más importante en mi “persona”. En todos esos años de búsqueda cada traición, cada desilusión, había hecho alejarme de la seguridad de que algo grandioso me esperaba. Me había convertido en un hongo.
Al día siguiente empecé a ensayar. En 20 días estrenaría el personaje de la MAESTRA en Déjame que te mate par ver si te extraño. Salí del primer ensayo estudiando el texto desde la puerta del local de ensayo. Fui en el metro estudiando. Estaba ansiosa y feliz. La Hemoficción y yo nos habíamos encontrado.
Desde el primer instante creí en Lorenzo Mijares, creí en los textos de Juan Trigos.
A los 15 días de ensayo, vi dos obras más de Hemoficción. Mama es loca o esta poseída (no dormí en toda la noche. Me había mostrado mi vida y me había hecho vivir en carne propia todo lo que había leído sobre el ritual del teatro escrito por Artaud) y El HombreReloj (en medio de la función sentí naúseas).
Por fin había encontrado en una obra de teatro lo que yo había buscado siempre. Después de ese fin de semana, sabía que ya nunca más dejaría la Hemoficción. 
Hubo más días, más personajes(hoy sumo casi 20 personajes entre los que actúo y dirijo) más obras (Pez ahogado, Diana caçadora de caps, Carne y tripas de gusano, Cabeza de perro con orejas de conejo, L´Homerellotje, El vampiro y la señora garrafón y El Ojo de edipo bajo mi dirección) Cada día he creído más y querido más.
Hubo días de ensayo en los que supe lo que era admirar a un artista vivo. Frente mío, montándome el personaje de la Madre Bulto, estaba Lorenzo Mijares, desplegando todo lo que siempre admiré en artistas que ya habían muerto.

Todos mis dudas, mis dificultades, todas mis creencias, mi cosmovisión, mis inquietudes, los temas de los que me gusta hablar y pensar están en las obras de Juan Trigos
Todas mis posturas reales, mis miedos, mis necesidades, mis vanidades, mis defectos, todos me sirven para cada función.
Todas las cosas a las que me he enfrentado, los hechos dolorosos de mi vida, mis errores tienen un lugar en mi ser hemofictivo.
Toda mi vida, mis acciones, todas tienen un sentido.
SOY, EXISTO gracias al escenario.
Mi carne es masa, mis colores son reales, mis humores enjuagan mi alma y mis deseos están conectados a la realidad porque llegué al lugar que me esperaba en los sucesos de la historia.
Ahora empiezo a ser una misma desde el principio de mi existencia.
Ahora tiene sentido cada suceso y cada circunstancia.
Siempre quise que el arte fuese mi destino. Siempre miré los escenarios con deseo.
He tenido que sacarme cosas de encima (y aún sigo teniendo que hacerlo) y he podido y gracias a que Lorenzo Mijares creyó en mí.
He tenido y tengo un gran apoyo de mi maestro (LM) y una gran motivación desde Juan Trigos. Muchas veces me he preguntado si es esto, y siempre me respondo que si.
Hacer Hemoficción no es fácil, exige la congruencia más difícil de todas: la congruencia conmigo misma.
A mayor congruencia, más teatro. NO TRAICIÓN.
A mayor humildad, más congruencia. Lo que yo he aprendido es : si puedo ser humilde (y por lo tanto puedo admirar y obedecer) y soy congruente conmigo, puedo dar más teatro. Y cuanto más teatro doy, más refinada me hago en la búsqueda de la congruencia. Y más feliz y plena soy.
Hacer HEMOFICCIÓN es SER YO. Y SÉ QUIÉN SOY YO PORQUE CADA DÍA ACTÚO, ENSAYO, DIRIJO O PROMOCIONO HEMOFICCIÓN.
MI COMPROMISO CON LA HEMOFICCIÓN ES EL MISMO QUE CON LA EXISTENCIA. QUIERO VIVIR HACIENDO HEMOFICCIÓN. ESA SOY YO. ESTE ES MI LUGAR EN EL MUNDO, EN EL TIEMPO DEL MUNDO.
BUSCO LA CONGRUENCIA PARA SER. LA HEMOFICCIÓN ME LA EXIGE.